Música para Recordar: Cuando cantar es también sanar
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Crédito: Alejandro López | copyright
La música tiene un poder que trasciende las palabras.
El Alzheimer y el deterioro cognitivo – condiciones que afectan a millones de personas en todo el mundo – son afecciones aun enigmáticas que van alterando la memoria, la identidad y la conexión con sus seres queridos.
Si bien el diagnóstico es difícil y todavía no existen soluciones para detenerlas, existe un recurso que se ha consolidado cada vez más por su increíble poder para mejorar la calidad de vida de las personas afectadas y de sus cuidadores: la música. Cada vez más estudios científicos la avalan como una herramienta vital que ofrece instantes de conexión, identidad y consuelo como ninguna otra.
La musicoterapia como disciplina terapéutica ayuda tanto a evocar recuerdos, como a reducir el estrés y mejorar el estado de ánimo de quienes viven con estas afecciones.
Por su parte, la comunidad Latina en Estados Unidos está particularmente expuesta a sufrir de esta enfermedad. Pero con la música tan arraigada a su tejido cultural, la perspectiva se torna más optimista. A través del testimonio de figuras como la Dra. Barbara Reuer —pionera en el desarrollo de la musicoterapia clínica en Estados Unidos—, el relato de la experiencia real de la musicoterapeuta Hadley Rentz y de la familia de Mercedes Peck, una residente Latina de San Diego que sufre de deterioro cognitivo y a quien acompaña desde hace un año, conoceremos cómo la música logra reactivar memorias y profundizar vínculos familiares.
Este recorrido también busca informar sobre la clínica detrás de la enfermedad de Alzheimer y estrategias de prevención a lo largo de la vida de la mano del Dr. Irving Vega, Profesor Asociado de Neurociencia Traslacional en la Michigan State University College of Human Medicine. Y en este sentido, deseamos inspirar la reflexión sobre algunos cambios en el estilo de vida que todos podemos llevar adelante a toda edad, y para los que nunca es tarde. Un pequeño paso hoy puede implicar un gran beneficio en la salud futura.
El canto como refugio y alivio
Mercedes Peck nació hace nada menos que 100 años en Corpus Christi, Texas, en el seno de una comunidad hispano-hablante de origen mexicano-americano. El español, de hecho, fue su primer idioma. Y quizás, podríamos decir, la música, su primera forma de comunicación. “Desde que tengo memoria, ella ha cantado”, cuenta Stephanie Peck-Wheeler acerca de su mamá, quien tiene un diagnóstico de deterioro cognitivo y de memoria.

Mercedes ha tenido siempre un talento sobresaliente para cantar, un don natural que Stephanie describe como obtenido “por gracia divina”: “Empezó a cantar desde chiquita, y siempre me ha contado que su familia la hacía callar de tanto que cantaba por la casa, lo que es un poco extraño pues la música ha sido una parte tan importante de la cultura en la que creció. Tenía una voz hermosa y natural en tono mezzo soprano”.
A través de los años, Mercedes se unió a diferentes coros, fuera en su iglesia o, luego de casarse con su esposo militar, en la Fuerza Aérea de Estados Unidos, cuyo director identificó su capacidad rápidamente y hasta hizo giras cantando con ellos.
“Cantar ha sido una gran parte de su vida. Luego, alrededor de sus 40 años, aprendió a leer música. Tuvo más tiempo para dedicarse”, comenta su hija, con un dejo de orgullo.
La vida de Mercedes estuvo marcada por diversas mudanzas a lo largo y ancho de Estados Unidos, siguiendo las diferentes bases a las que era trasladado su marido. En los años ‘60 llegaron a la costa oeste, donde decidieron finalmente quedarse para disfrutar del buen clima y las opciones educativas de calidad para criar a sus hijos.
Así es que, años después, esta bella señora de sonrisa dulce y mirada calmada, ha llegado a su centenario repartiendo sus días junto a su familia en su casa de San Diego, donde una de sus actividades favoritas son las sesiones de musicoterapia a cargo de Hadley Rentz, una vez al mes.
Hadley es una profesional con años de experiencia del staff de la agencia MusicWorx, una de las iniciativas privadas pioneras en el rubro de la musicoterapia en Estados Unidos, fundada en San Diego en 1987 por la Dra. Barbara Reuer, una de las profesionales más reconocidas – y premiadas – en la práctica profesional y la investigación clínica del impacto de la musicoterapia en personas con afecciones cognitivas y Mal de Alzheimer.
Hadley se especializó en estudios de español – en honor a su abuela costarricense – y musicoterapia en la Colorado State University, lo cual la hizo especialmente perfecta para atender a Mercedes.

Conocí MusicWorx al interiorizarme en la historia y desarrollo de la faceta terapéutica de la música en Estados Unidos, uno de los países donde este campo encontró mayor fertilidad.
La Dra. Reuer, que trabaja en el campo desde los años ‘70, es hoy una de las especialistas con más trayectoria en esta especialidad. Sus logros la han hecho acreedora del Lifetime Achievement Award otorgado por la American Music Therapy Association, el más alto honor en este área profesional en Estados Unidos.
Es muy exigente a la hora de elegir a los terapeutas de su staff, entre quienes cuenta a Hadley.
Salud mental en la comunidad Latina: una realidad que merece mayor atención
A lo largo de su trayectoria, Hadley se ha enfocado en el tratamiento de de la comunidad Latina, un grupo especialmente vulnerable a las enfermedades neurodegenerativas. Según datos del informe Race, Ethnicity and Alzheimer’s in America de 2021 de la Alzheimer’s Association, los Latinos tienen 1.5 veces más probabilidades que la población blanca de desarrollar este tipo de demencia.
“La mayoría de mis pacientes son de México, y aquí [en San Diego] aprendí más de 100 canciones clásicas mexicanas, entre boleros, rancheras, corridos, alabanzas… Tenemos muchos hispano-hablantes con demencias, y específicamente con demencia tipo Alzheimer. Muchas de mis sesiones están focalizadas en el cuidado de la memoria”, comenta. Graciosa, cuenta que ha tenido que aventarse al cancionero de los años ‘40 y ‘50 en México: “He aprendido mucho de Los Panchos, Pedro Infante, Jose Alfredo Jimenez, Vicente Fernandez, por ejemplo”.
Hadley trata a Mercedes desde hace un año en sesiones personalizadas en su casa. Stephanie, su hija, da fe de los profundos beneficios que ha prodigado esta actividad a su mamá: “Por un lado está el disfrute que le genera. Toda la experiencia trajo entusiasmo y vitalidad a la casa. También está el beneficio físico. Los ejercicios le han ayudado a mejorar la respiración al ejercitar los pulmones. Por otra parte está lo cognitivo. Tiene que estar un poco más alerta y participativa. Creo que el sentirse interpelada y tener que responder a los estímulos que se le presentan le ha ayudado considerablemente. También [ha contribuido a prestar] atención a la letra de las canciones, parece ahora retenerlas mucho más”, asegura Stephanie.

En este sentido, el Dr. Irving Vega, Profesor Asociado de Neurociencia Traslacional en la Michigan State University College of Human Medicine, especializado en investigar la enfermedad de Alzheimer, da cuenta del fundamento clínico del impacto de la musicoterapia en dos niveles, cognitivo y emocional: “[La música] tiene un efecto directo y uno indirecto. Número uno, implica fortalecer esas áreas de memoria, recordar canciones, escuchar la música, bailar los pasos lleva a una memoria motora, estás coordinando diferentes áreas del cerebro. Número dos, indirectamente nos lleva a relajarnos, a liberar estrés, a sentirnos felices, lo cual nos lleva a liberar endorfinas, hormonas que enriquecen el cerebro y liberan estrés. Te mueves y estás fortaleciendo el sistema cardiovascular, que es sumamente importante para el cerebro. Es como hacer ejercicio de una forma relajada. Todo está mezclado en ese momento con la música y el baile”, explica.
Las sesiones han tenido un impacto positivo en activar la memoria del pasado de Mercedes, lo cual benefició especialmente la relación con su familia. “Usualmente ella no habla de su infancia o de su juventud con mi papá a menos que esté esto conectado con la música o que estemos cantando una canción. Atesoramos mucho esos momentos, esas ventanitas a su pasado porque me dan perspectiva respecto de quién fue ella cuando era joven”, relata Stephanie con ternura.
La musicoterapia ha ofrecido la posibilidad de robustecer la relación con su mamá: “Ya de por sí somos muy unidas, pero a través de la música nos hemos estrechado más. Hasta mi esposo se une a veces y canta; Angela, su cuidadora, también participa. Mientras avanza hacia el final de su vida, esto ha sido una gran bendición para ella y para nosotros”, afirma.


Stephanie atesora el espacio de bienestar que las sesiones de musicoterapia han ofrecido a su mamá. “Ella vuelve a la vida cuando escucha música y participa de un entorno musical. Y por supuesto que queremos que se sienta tan feliz como sea posible”, aclara.
Las canciones de la juventud, el mejor ancla de la memoria
En plena acción, durante su sesión con Mercedes, Hadley entona las primeras estrofas del bolero “Bésame Mucho”, escrito por la compositora mexicana Consuelo Velázquez en 1940, uno de sus favoritos.
En perfecto español, con una calidez a toda prueba y una voz extraordinaria acompañando su guitarra, Hadley invita a Mercedes a repetir una estrofa después de ella. Mercedes, sentada en un sillón frente a ella, tapadita con una manta que la acoge, de pronto toma aire y canta bellamente, terminando con un vibrato poderoso. Ante la sonrisa fresca de Hadley y los aplausos de la familia, Mercedes esboza una sonrisa que despunta dulzura y, sin duda, alegría.

“Le gustan especialmente las canciones en español de su pasado, de cuando era chica o jovencita. En su casa siempre estaban rodeados de música. Creo que la retrotrae a momentos felices de su vida con su familia, o de cuando conoció a mi papá y se casó. Es una conexión directa con esos sentimientos de plenitud”, asegura Stephanie.
Hadley explica que esta terapia es especialmente efectiva al “usar la música preferida y familiar de las personas (…) [son] las claves para encontrar amarre en sus experiencias pasadas y trabajar los aspectos relacionados con la memoria”.
Es que es en la adolescencia y la juventud que la música toma mayor preeminencia en los procesos de configuración cognitiva y emocional de la personalidad y la construcción de la subjetividad. Por eso, enfatiza, “en una sesión con una persona con Alzheimer o debilitamiento cognitivo y de memoria, tienes que basarte en la edad y apuntar a los clásicos de la época en que esa persona fue joven. Es una época muy importante para la creación de memoria, se generan anclajes que luego son cruciales para el desarrollo emocional en la adultez”.
Así lo asegura también el Dr. Vega: “Hay estudios – y también lo he visto por experiencia propia – que indican que una persona con una demencia tipo Alzheimer en estado avanzado puede recordar canciones de la infancia y de la juventud a la letra pero no sabe el nombre de su hijo, hija o esposa, ni sabe el lugar dónde se encuentra”.
En su experiencia con Mercedes, Hadley tuvo la posibilidad de conversar con la familia previamente para poder adecuar las sesiones lo más detalladamente posible a sus gustos e historia, lo cual ayudó a su progreso y la conexión entre ellas. “A veces cuando no se acuerda de una canción, la motivo a que solamente cante la melodía. También trabajamos sobre canciones muy conocidas. O hay veces que nos sentamos a que me escuche cantar y de pronto se acuerde de que ella ya hizo tal o cual canción. Es muy lindo, especialmente cuando no lo esperas, el momento en que conectan con algo y de pronto empiezan a contarte una historia de sus vidas. Si tiene que ver con la canción o no, no importa, pero el objetivo está logrado porque pudo invocar esa comunicación”, relata la especialista.
Musicoterapia, una especialidad cada vez más consolidada
La musicoterapia como disciplina clínica nació en 1950 a partir de la fundación de la National Association for Music Therapy (NAMT) en Estados Unidos, hoy llamada la American Music Therapy Association. Fue el corolario de la iniciativa de músicos que durante la Segunda Guerra Mundial comenzaron a tocar en hospitales para los veteranos, a partir de lo que observaron notables mejoras en su estado emocional, movilidad y en su recuperación.
Utiliza la música y sus elementos – el sonido, el ritmo, la melodía y la armonía – con objetivos específicamente terapéuticos, es decir, con fines de promoción de la salud física, emocional, cognitiva y social.
La Dra Reuer explica que un musicoterapeuta lleva un entrenamiento muy específico para lograr generar el impacto deseado en la salud de una persona: “Trabajamos con un objetivo de mejora de un aspecto determinado de la salud. Un músico sin el entrenamiento que nosotros tenemos puede ser excelente artista y lo que hacen puede ser terapéutico, pero no es musicoterapia. La nuestra es una herramienta especializada. Por ejemplo, para tratar una persona con demencia, un terapeuta tiene que tener muy buenas habilidades para entender los momentos que atraviesa y cómo tratarla en cada uno, para que no se frustre o no le genere ansiedad. En general evaluamos, ponemos objetivos y estructuramos un método para esa persona. Muchas veces esa evaluación se realiza en el plazo de un minuto, y en base a la experiencia se determina cuál es el mejor tratamiento para lograr los mejores resultados”.
Agrega Hadley: “Es una práctica terapéutica basada en evidencia científica. Se pueden ofrecer distintos énfasis, de rehabilitación motora, enfatizando el movimiento a través del ritmo, o de activación cognitiva, como sería preeminente para Alzheimer. Al tiempo que la música genera bienestar, se trabaja sobre la memoria de largo o de corto plazo. También es habitual elaborar sobre las emociones, sea analizando canciones o escribiendo una nueva, lo cual paralelamente impulsa la comunicación y la socialización, que estimulan cognitivamente a las personas”.

Una sesión de musicoterapia se estructura diferencialmente dependiendo del espacio y la cantidad de gente que participe: se pueden alternar situaciones de mayor intervención de los participantes, y más pasivas, de recepción o escucha.
Describe Hadley que, por ejemplo, para un grupo de adultos mayores focalizado en actividades de cuidado de memoria, a menudo arma la sesión en función de alguna circunstancia de actualidad para elaborar la conexión con la realidad. También incita la participación con instrumentos pequeños de percusión -maracas, palitos de ritmo, cascabeles, panderetas-, lo cual motiva a moverse al son de la música.
Para una sesión individual, la organización es más flexible y personalizada. “Muchas veces llego y evalúo en el momento cómo se siente esa persona y qué puedo hacer para que esté mejor. Hago una evaluación constante de cuánto estén conectando conmigo, y cómo responden a lo que les presento. El trabajo está focalizado en fomentar esas conexiones socio-emocionales, y facilitar y mejorar los vínculos”, cuenta Hadley.

Musicoterapia vs Alzheimer
La musicoterapia ha logrado respeto y notoriedad justamente por lograr ofrecer un túnel de luz en el abordaje terapéutico de una enfermedad que aún sigue siendo enigmática para las ciencias médicas, como es el Alzheimer.
Cada vez más literatura especializada respalda los beneficios que tiene esta práctica en diversas afecciones, y especialmente para adultos mayores con problemas de memoria y demencia como el Mal de Alzheimer, ya que pueden aportar bienestar y hasta ralentizar el deterioro cognitivo. La OMS (Organización Mundial de la Salud) también ha reconocido recientemente la importancia de las terapias que utilizan el arte para tratar distintos tipos de afecciones.
La Dra. Barbara Reuer asegura que “[los musicoterapeutas] podemos conectar y convocar cambios positivos tanto más rápido que una terapia hablada”.
Y cuenta una anécdota impactante para dar cuenta de la fuerza arrolladora que puede tener: “Una de mis terapeutas estaba trabajando con un señor con Alzheimer en un hospital con un grado bastante avanzado. Consultó a la esposa, que estaba presente, qué tipo de música le gustaba cuando era joven, y ella, desanimada, le contestó que solían bailar con Glenn Miller. Ella puso la música, y el hombre, que estaba en silla de ruedas, se levantó, caminó hacia ella, y la invitó a bailar. No había hecho eso en mucho tiempo. Luego lo llevaron de nuevo a su habitación y cuando volvió la terapeuta a ver a la esposa, ella estaba llorando. No había conectado con él de esa manera hacía mucho. Y el señor murió dos semanas después”.
Esto sucede, según han comprobado tras años de investigaciones la Dra. Concetta Tomaino y el neurólogo Oliver Sacks, fundadores del Institute for Music and Neurologic Function, porque la música logra estimular múltiples regiones cerebrales simultáneamente. Trabaja con una incomparable integralidad, impactando áreas relacionadas con la memoria, las emociones, la función motora y el lenguaje al mismo tiempo.

Sus observaciones clínicas y estudios -plasmados en el premiado documental Alive Inside: A Story of Music and Memory, de 2014- mostraron que la música conocida por una persona afectada por Alzheimer o deterioro cognitivo, incluso en casos avanzados, puede activar respuestas increíbles. Como en el caso de Mercedes, puede convocar recuerdos autobiográficos, provocar respuestas emocionales e incluso generar comunicación verbal, ofreciendo momentos breves pero significativos de lucidez y conexión personal.
Enfermedad de Alzheimer, una afección aún enigmática
En los últimos 40 años, la comunidad científica ha identificado dos patologías asociadas que se desarrollan en el cerebro de personas con la enfermedad de Alzheimer. “Sabemos a nivel patológico, desde mediados de los años ’80, que el cerebro afectado por lo que llamamos clínicamente enfermedad de Alzheimer, contiene unas placas seniles que están formadas por un péptido, un pedacito de proteína, que proviene de una proteína que se llama ‘amyloid precursor protein’ [proteína precursora de amiloide]”, explica el Dr. Irving Vega.
Esta proteína se encuentra en la membrana de las neuronas y, al fragmentarse, “el péptido se secreta fuera de las neuronas y tiende a acumularse en el espacio entre las células, alterando el entorno celular”, señala el especialista.
Según la hipótesis más aceptada, esas alteraciones provocadas por los péptidos amiloides desencadenan una serie de cambios en la proteína Tau, que se encuentra dentro de las neuronas. Estos cambios estimulan su acumulación hasta un punto en que terminan provocando la muerte celular.
El descubrimiento de estas dos patologías se remonta a finales del siglo XIX, cuando el médico alemán Alois Alzheimer identificó por primera vez estas alteraciones en el cerebro de sus pacientes. Sin embargo, “no fue hasta 1983-1984 que se identificaron las proteínas involucradas en la patología que él encontró”, explica Vega.
Asimismo, el diagnóstico definitivo de la enfermedad sólo puede hacerse tras el fallecimiento de la persona afectada, mediante el análisis del tejido cerebral. A pesar de esto, los avances científicos han mejorado significativamente la precisión diagnóstica en vida. “La certeza del diagnóstico ronda el 90% cuando se combinan imágenes del cerebro, se descartan otras condiciones y se evalúan las características de presentación clínica de la demencia tipo Alzheimer”, señala.
Sin embargo, advierte que el diagnóstico sigue siendo un reto, ya que existen otras demencias con síntomas similares. “Una de las demencias que afectan a la comunidad Latina más habitualmente es la demencia cerebrovascular”, agrega el Dr. Vega.
Cada caso de demencia evoluciona de manera distinta. “Una persona que tiene patología en el cerebro no necesariamente va a desarrollar síntomas”, comenta el doctor. En cambio, hay casos en los que la cantidad de patología en el cerebro es baja, pero aun así los síntomas aparecen. “No sabemos bien por qué, pero la presentación de síntomas no necesariamente ocurre aún cuando hay patología en el cerebro”, añade.
La salud mental, un tema sociocultural y económico
Lo que sí se sabe es que el proceso de la enfermedad comienza mucho antes de la aparición de los síntomas. “Esa patología puede estarse acumulando entre 20 y 30 años antes de la presentación clínica”, explica Vega.
Destaca que los factores socioculturales y socioeconómicos inciden sin duda en la biología del individuo. “Vivir en condiciones de estrés, con carencias, en una familia con problemas de violencia o en un área con alta criminalidad influye en el desarrollo y función del cerebro”, afirma.
En países como Estados Unidos, donde la calidad de la educación está ligada al poder adquisitivo de cada comunidad, los efectos pueden ser aún más marcados. “Ese cerebro que se está formando desde la niñez va forjando conexiones cerebrales que lo hacen más o menos robusto para tolerar lesiones luego en nuestra vida según vamos envejeciendo”, asegura el especialista.
Sería por ello que la comunidad Latina en Estados Unidos está en especial situación de vulnerabilidad en relación a esta enfermedad. Ante circunstancias de vida complejas, muchas veces marcadas por la inestabilidad económica y las dificultades inherentes a los procesos migratorios habituales en esta comunidad, el estrés y la falta de al sistema de salud van contribuyendo a potenciales enfermedades. “Ello implica una respuesta biológica que lleva a la inflamación, y aumento en el riesgo de diabetes, alto colesterol y obesidad. Y todos estos factores desembocan en un mayor riesgo de problemas cardiovasculares, que a su vez son factores de riesgo para desarrollar la enfermedad de Alzheimer”, asegura el Dr. Vega.
Cómo cuidar la salud mental y reducir el riesgo de deterioro cognitivo
Aunque actualmente no existe una cura, diversas investigaciones han enfatizado que ciertos hábitos cotidianos pueden ayudar a preservar la memoria, fortalecer las funciones cognitivas y reducir el riesgo de enfermedades neurodegenerativas.
Y nunca es tarde para empezar, según enfatiza el Dr. Vega: “El cerebro es sumamente resiliente. Siempre podemos incorporar nuevas actividades y hábitos que lo fortalezcan y ayuden a contrarrestar daños previos. La clave está en comenzar cuanto antes”.
Algunas recomendaciones son:
- Mantenerse mentalmente activo: Participar en actividades que desafíen y estimulen el cerebro, como leer, aprender un nuevo idioma, tocar un instrumento musical o jugar ajedrez favorece la creación de nuevas conexiones neuronales y contribuye a mantener la agilidad mental.
- Hacer actividad física con la mayor regularidad posible: Mejora la circulación sanguínea, reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares relacionadas con el deterioro cognitivo, y favorece la oxigenación cerebral.
- Llevar una alimentación saludable: Se recomienda priorizar alimentos ricos en antioxidantes, ácidos grasos omega-3 y compuestos antiinflamatorios, como los de la dieta mediterránea, una de las formas de alimentación más recomendadas por especialistas. “Todo lo que es bueno para el corazón y el sistema digestivo también lo es para el cerebro. Nuestro cuerpo funciona como un sistema interconectado: una mala alimentación puede provocar problemas metabólicos y cardiovasculares, reduciendo la oxigenación y el aporte de nutrientes al cerebro, lo que impacta su función con el tiempo”, asegura el Dr. Vega.
- Fomentar la vida social: Mantener vínculos activos con amigos, familiares y la comunidad previene la depresión y el aislamiento, ambos factores de riesgo para el desarrollo de demencia.
- Dormir bien no es un lujo, es un imperativo para la salud: “El sueño es uno de los tratamientos más importantes, además de la música”, destaca el Dr. Vega. “Vivimos en una cultura que no valora el descanso. Nos jactamos de dormir poco, cuando en realidad el cerebro necesita entre cinco y ocho horas de sueño profundo para regenerarse. En países industrializados, ver el sueño como una pérdida de tiempo está afectando nuestra salud cognitiva”, afirma.
- Manejar y limitar el estrés: Es importante adoptar herramientas cotidianas de reducción y manejo del estrés y la ansiedad. Reservar tiempo para desconectarse de las presiones laborales o problemas cotidianos de maneras que resulten placenteras y nutritivas: meditar, hacer yoga, aprender técnicas de respiración, limitar el uso de pantallas y celulares durante un periodo de tiempo estipulado o leer un libro.
A su vez, más allá de su capacidad para aliviar síntomas en enfermedades neurodegenerativas bajo los métodos de la musicoterapia, la Dra. Barbara Reuer señala la importancia de promover el vínculo con la música desde la niñez, ya que puede operar como una privilegiada herramienta preventiva: “Todo lo que podamos hacer para motivar que niños y jóvenes se conviertan en hacedores de música les permitirá, a medida que crezcan, utilizarla como herramienta para su bienestar y salud mental. Es un recurso que te acompaña y te protege toda la vida”.
A cantar todo el mundo, entonces, que, como se supone dijo San Agustín, “cantar es rezar dos veces”.